Comer un poco menos, incluir una menor cantidad de proteínas en nuestro menú y más hidratos de carbono complejos es una excelente dieta antienvejecimiento, según la investigación llevada a cabo por el Centro Charles Perkins de Australia.
La nueva fórmula dietética deriva de uno de los últimos estudios de la Universidad australiana de Sidney: disminuir la cantidad que comemos, reduciendo en un 30 por cien nuestras calorías diarias, reduce la mortalidad y las enfermedades vinculadas al envejecimiento.
Por supuesto, nadie habla de estar desnutridos. Se trata de invertir las tendencias alimenticias de la población en las que en los últimos años se ha multiplicado la ingesta de proteína animal y dejado de lado los hidratos de carbono por miedo a que engorden.
El equipo científico ha trabajado con moscas, gusanos, ratones y con «macacos rhesus», uno de los animales de experimentación más parecidos al hombre. El último estudio ha demostrado que reduciendo en un treinta por cien la toma de calorías se minimiza la mortalidad y enfermedades como los problemas cardiovasculares y la diabetes, vinculadas con el envejecimiento.
Sin embargo, a la gente le gusta tanto comer que la medida parece difícil de implantar entre la población. Por eso, la Universidad de Sidney, a través de la revista científica Cell, plantea una alternativa que permita seguir comiendo con una dieta antienvejecimiento equilibrada. La base de la dieta incluye poca proteína y más hidratos de carbono complejos. Los beneficios que se derivan de ello son parecidos a los que se obtiene al reducir en un 40% la ingesta calórica, al menos en ratones.
El equipo de investigación del Centro Charles Perkins ha comparado tres dietas diferentes durante ocho semanas, variando la proporción de proteínas y carbohidratos en condiciones en que la comida o era restringida o estaba siempre disponible para que los ratones comieran cuando y lo que desearan. La dieta que consiguió efectos similares a dejar de comer fue la que consistente en menos proteínas y más hidratos de carbono. Con ella mejoraron su sensibilidad a la insulina –relacionada con la diabetes 2– y redujeron la glucosa y los niveles de colesterol, pese a seguir comiendo.
Entre las razones está el hecho de que con esta estrategia el metabolismo de los ratones está más activo que con una dieta baja calorías, y por eso no ganaron peso. Según Samantha Solon-Biet, del centro Charles Perkins, «el próximo paso será determinar exactamente cómo los aminoácidos, los ladrillos de las proteínas, contribuyen a la esperanza de vida», pero la investigación demuestra que «incluir proteínas de forma modesta y gran cantidad de hidratos en la dieta será bueno para nuestra salud mientras envejecemos».